Josefa De Obidus fue la más destacada pintora de la segunda mitad del XVII portugués, y uno de los pocos casos de mujeres que se destacaron en la pintura en toda la historia del arte universal de la edad moderna.
A los dieciséis, ingresa en el convento de Santa Ana de Coimbra con la intención, de profesar. Tres años después recibe el encargo de realizar algunos grabados para una edición de los Estatutos de la Universidad de Coímbra. A estos grabados se deberá su fama inicial.
En 1653 abandonó el convento, por causas que se desconocen, regresando a la casa paterna. Y, cosa completamente inusual para una mujer de su época, decide dedicarse a la pintura. Poco tardarán en lloverle encargos de conventos e iglesias.
Como conoció de cerca la vida en los conventos, algunos de sus famosos cuadros retratan los deliciosos dulces conventuales, como podemos ver en estas dos pinturas barrocas de naturaleza muerta.