El capitán alemán Ulrico Schmidel, que en la década de 1530 hizo un largo y accidentado viaje en el Rio de la Plata, hombre de armas, describía el “achkaré” como un pez grande que hacía mucho daño a los demás peces, y observaba que eran muy buenos para comer. Ya el cosmógrafo francés André Thevet, hombre culto y de las ciencias, afirmaba que los jacarés brasileños eran más grandes que los cocodrilos del Nilo. el cura Anchieta lo describió como un “lagarto fluvial: de gran corpulencia, armado de agudísimos dientes, capaz de tragar un hombre entero.”
Los nativos ya eran grandes apreciadores de su carne y el señor de ingenio de caña Gabriel Soares de Sousa contaba como los negros ya habían perdido el miedo del jacaré y que hasta ya sabían cómo atraerlos, capturarlos con las manos, para matarlos y comerlos. La calidad de la grasa de la panza del jacaré era comparada a la calidad de la grasa de cerdo, siendo muy clara, sabrosa y con buen olor. El sabor de su carne recuerda la del pollo.
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